Friday, May 15, 2009

Copos de chopos

La gravedad, ella hace que las cosas caigan, las acerca, las une para que aún más cosas caigan y se unan a ellas. Y entonces, dejan esas cosas de ser cosas en plural si es que alguna vez lo fueron…

Claro que, ser grave y caer cerca de donde has nacido, posee la indudable ventaja de caer en una tierra que ya sabes que es fértil…

Pero, como cada año, en primavera, cerca de los arroyos, inundan el cielo unas de las semillas que más lejos viajan antes de por fin caer y echar raíces. Es el viento quien las empuja a salir de casa y es del viento la fuerza que las hace ser quien son, distintas al resto, impredecibles, insensatas, leves. Por supuesto la gravedad cuenta también para ellas, la sienten, igual que el resto, caen, como el resto, durante un instante, hasta que olvidan quien son. Olvidan, pues los recuerdos pesan, así que ni siquiera cargan con el suyo propio. Ahí la, quizás demasiado, alegre sinfonía visual, alegre como la alegria de quien sabe que lleva el mínimo equipaje, una alegría que siempre tropieza con la ignorancia de no saber donde caerá.

Danzando y cantando llegan esas semillas hasta el suelo, para reposar en el, pero sin tocarlo. En el momento más inesperado, sin pretenderlo, sin entenderlo, el viento se las llevará de nuevo. Volaran hasta otros parajes, quien sabe cuantas veces más repetirán el ciclo, hasta que otra agua, que ya no es aquella que las vio nacer, moje el algodón que hay en sus corazones, y las convenza de que su función es ser árboles y no angelitos voladores.