¿Quieres morir?...es normal, todo tiene algo de Eros y algo de Tánatos.
MªL.D.V.
El hecho de plantearme contar de las veces que he creído dar con la filosofía adecuada, constituiría una inversión de tiempo absurda. Si me pongo a pensar, recuerdo haber cambiado de idea respecto a sentido de la vida, al cambiar de pareja, al ver una película, al oír una canción, al leer un libro, al sonar el despertador, después de comer, al correr, en el baño y en mil situaciones más, pero sobretodo mientras escribo…
Y es que seguramente habrá pocos temas en esta vida que vayan más allá en el ranking de la absurdidad: que sentido tiene dedicar la vida a encontrar el sentido de la vida? A ningún filósofo que se precie se le escapa esa observación. Forma parte de la actitud imprescindible para pertenecer a este colectivo. El primer paso para pertenecer a ese club es precisamente valorar el saber por encima de todo, incluso por encima de la vida: renegar de la vida. Aunque lo cierto es que muchas veces se trata de un modo de renegar particular. El mismo modo en que el niño reniega de la sopa de acelgas que no va a tener más remedio que comer. Yo diría que pertenezco a esa clase de filósofos de pacotilla que reniegan a medias.
En cualquier caso es curioso que algo tan aparentemente absurdo haya mantenido ocupados a tantos famosos personajes supuestamente inteligentes. Tan curioso como una manada de mosquitos muriendo entupidamente al calor de la misma luz. Estos mueren gustosos de saberse de entre los pocos capaces de volar, capaces de separarse de ese suelo de creencias y dogmas estáticos, al que están pegados el resto de los insectos. Y es que en el fondo, lo importante es ir en contra del estancamiento del pensamiento, da igual que nombre tenga esa corriente filosófica, da igual en que mar desemboque esa corriente, lo importante es moverse.
Tánatos y cambio, Eros y quietud.
El hecho de plantearme contar de las veces que he creído dar con la filosofía adecuada, constituiría una inversión de tiempo absurda. Si me pongo a pensar, recuerdo haber cambiado de idea respecto a sentido de la vida, al cambiar de pareja, al ver una película, al oír una canción, al leer un libro, al sonar el despertador, después de comer, al correr, en el baño y en mil situaciones más, pero sobretodo mientras escribo…
Y es que seguramente habrá pocos temas en esta vida que vayan más allá en el ranking de la absurdidad: que sentido tiene dedicar la vida a encontrar el sentido de la vida? A ningún filósofo que se precie se le escapa esa observación. Forma parte de la actitud imprescindible para pertenecer a este colectivo. El primer paso para pertenecer a ese club es precisamente valorar el saber por encima de todo, incluso por encima de la vida: renegar de la vida. Aunque lo cierto es que muchas veces se trata de un modo de renegar particular. El mismo modo en que el niño reniega de la sopa de acelgas que no va a tener más remedio que comer. Yo diría que pertenezco a esa clase de filósofos de pacotilla que reniegan a medias.
En cualquier caso es curioso que algo tan aparentemente absurdo haya mantenido ocupados a tantos famosos personajes supuestamente inteligentes. Tan curioso como una manada de mosquitos muriendo entupidamente al calor de la misma luz. Estos mueren gustosos de saberse de entre los pocos capaces de volar, capaces de separarse de ese suelo de creencias y dogmas estáticos, al que están pegados el resto de los insectos. Y es que en el fondo, lo importante es ir en contra del estancamiento del pensamiento, da igual que nombre tenga esa corriente filosófica, da igual en que mar desemboque esa corriente, lo importante es moverse.
Tánatos y cambio, Eros y quietud.
No comments:
Post a Comment